Raúl Aguavil, chamán de los indios tsáchilas.

Escenario Cultural tuvo el privilegio de conversar con Raúl Aguavil, chamán tsáchila, de la región de Santo Domingo, Ecuador. Lo que leerán a continuación es un interesante testimonio sobre las formas de vida de su comunidad y el arte de la curación como valioso legado que permite salvaguardar esta cultura viva.

Los tsáchilas hemos sido puros, sin mezcla de sangre con otros, como un tigre o una culebra tienen un mismo color. Tsá en nuestro idioma es verdad, mientras chila es propio, identidad sin mezcla. Nuestro idioma es el tsáfiqui. Somos los únicos en Ecuador que pintamos nuestro cabello con el achiote que genera un tono rojizo, por eso nos llaman «colorados». Nuestros padres y abuelos se pintaban partes del cuerpo de negro, con un fruto de la montaña llamado mali. El color desaparecía entre quince días a un mes.

Ancestralmente entra el achiote en la curación, tanto el negro como el rojo. Esto se utiliza como protección contra la maldición y el peligro. Mi padre solía pintar su pie de negro, como un zapato. Él no sentía ni espinas, ni culebras, nada. En el rostro se pintaba tres rayas negras. Funciona como buena energía, no se siente ni frío, ni miedo, ni sueño. Se utiliza también para mujeres y niños.

Cuando va a morir un tsáchila después de las seis y media de la tarde, aparece otro sol, se pone bien amarillo o rojo en la punta de los árboles, desde más allá alumbra todo. Con el más rojo va a morir un hombre, con el otro tono quiere decir que va a morir una mujer. Nunca morimos a causa de un accidente gracias al achiote, que es el protector del peligro.

Después de mi purificación pongo el achiote recién cogido sobre mi cabeza, lo que es señal de protección. No cualquiera puede ponerse una señal de sabiduría, de inteligencia, lo que sirve para alumbrar el camino.

Cuando realizo la purificación voy a un lugar sagrado acá en la reserva donde hay tres ojos de agua. Ahí agradezco a la diosa del agua y las once reinas que viven dentro de ese lugar.

Reconozco primero la humildad, ser generoso, muy abierto, buena persona, no envidio a nadie. Si está trabajando un vecino me gusta que esté conforme, para su bienestar.

Por eso la diosa me quiere, tengo una comunicación en sueño con ella, quien también da energía para el trabajo, amor, salud, la buena siembra y la cosecha.

Cuando tenía doce años mi padre me enviaba a pescar al río de noche, donde habían bastantes serpientes. Desde las siete a las once de la noche. Iba sin luz ni nada, solo mi atarraya y con qué recoger los peces. Ahora la juventud es muy débil, temerosa, con miedo por ejemplo de ir a la montaña.

Mi padre tenía buena suerte también para la cacería. Traía animales como el guanta de noche o el guatusa de día. También hay una variedad de aves para cazar con pólvora o fulminantes. Mi padre nos enseñaba esto en vez de enviarnos a la escuela. Enseñaba la pesca, la cacería y la siembra. Para sembrar, primero se utilizaba el hacha y así limpiar el terreno, se requería bastante fuerza.

Para pescar mi padre hacía una trampa en el río. Esta funciona solo en invierno ya que se necesita que el río baje para colocarla. Estos peces se secaban en la candela con carbón ya que no había forma de mantenerlos. El humo evitaba que se acercaran los mosquitos. Podían durar quince días o más guardados. Mi madre los solía envolver con bijao, una hoja bien fuerte. Luego ponía el pescado sobre las brasas y se enterraba, después de veinte minutos salía bien cocido y asado. La comida era más natural, no con tanto aliño como se prepara actualmente. Antes no se consumía café solo chicha de yuca sin alcohol. Esta chicha es bien efectiva para tratar los riñones y te mantiene sin hambre y satisfecho. También se producía chicha de maíz, preparada con caña de azúcar que era más fuerte y se servía caliente.

Mi padre, entre otras cosas, sabía fabricar instrumentos y fue quien hizo esta marimba que ustedes pueden apreciar. Yo estoy aprendiendo afinación para hacer una nueva y dar conciertos. Está hecha con madera de pandil, hay otras construidos con bambú.

Nosotros somos cinco hermanos vivos y cinco muertos. Una hermana y tres hermanos son curanderos. Acá en nuestro sitio contamos con chozas para que la gente se quede y pueda sanarse. Se hospedan uno o dos días dependiendo de la gravedad. Hay ciertos pacientes que llegan acá desahuciados. Enfermos de cáncer no han llegado. Se supone que hay una cura para esta enfermedad con carne de lomo de culebra, esto se mezcla con trago puro, de 80 a 90 grados, se coloca en un frasco grande y se entierra un metro bajo tierra. Sale bien cocinado y lo tiene que tomar el paciente que tiene un tumor.

Tenemos hartos remedios y plantas medicinales. A veces cuando el paciente viene de muy lejos hace un solo tratamiento. Se puede quedar una semana hasta que ya sienta su recuperación.

Yo sé ver. No saco sangre ni nada de eso. Veo en la sombra de una esperma de vela. Ahí sale lo que tiene la persona. Se muestra una pequeña imagen que me indica con qué y cómo curar. Aquí y en todas partes trabajas enfrentando a enemigos que hacen su maldad. Y muchos no pueden contra él, por eso la mejoría no llega. Por lo mismo, la persona ingresa a un hospital o clínica, el tratamiento no funciona y esta empeora o muere.

De todos lados vienen. A mí me llevaron a los Estados Unidos como uno de los mejores curanderos de Sudamérica. En el sector de la sierra somos considerados como chamanes o sabios. Dentro de mi cultura se nos conoce como poné; hombre que sabe o tiene poder. El poné está conectado con el cerro, la laguna, el arco iris, la luna, el sol, el tigre, el leopardo y la anaconda, con toda la fuerza de la naturaleza. Esa es mi fortaleza. Ustedes están viendo un hombre bien fuerte, yo sé pelear con los espíritus malos, para salvar al paciente que lo tiene agarrado.

Yo tomo el ayahuasca el cual respeto mucho. Este brebaje es el rey de todas las plantas medicinales en la selva. Hacia el oriente de Santo Domingo están los shuar (conocidos como jíbaros), quienes también tienen la costumbre de ingerir ayahuasca. Generalmente la juventud no toma si no los mayores. Sirve para escuchar y ver, todos los maestros difuntos asoman, es como estar viéndose, como estar en plena selva, se oyen todos los ruidos de los animales. Si la mente está bloqueada, la abre. Hay que buscar un motivo o intención de por qué se va a tomar el ayahuasca.

La ritualidad de la sanación se genera cuando el paciente se siente mal y está viendo negativo su estado o un mal tiempo. O cuando está cayendo plaga sobre la siembra.

Para la protección de la familia acudíamos cada uno de nosotros al maestro o poné. Era un ritual de limpieza, de pintada donde a las tres o cuatro de la mañana nos mandaba al río a bañarnos. Todos pintados con achiote. Ahora poco hacen, ya murieron la gran parte de los maestros.

Habría que ver cómo seguir conservando nuestros rasgos. Sino preparamos a la juventud no queda nada para las nuevas generaciones, para el futuro. En mi caso, yo estaba alineado con mi padre. Recuerdo que él me llamaba y me decía: «venga, acompáñeme, ayúdeme». Entonces uno aprendía con amor sobre música, siembra y la forma de vivir. Yo he visto a hijos de otros padres que se van al colegio y ya no quieren pintarse el pelo con achiote.

La tintura con achiote se realiza a los doce años porque al ser más pequeños son traviesos y no se quedan quietos mientras duermen, descuidando su peinado. Se necesitan al menos dos libras de achiote para hacer la pintada. Esto lo utilizan solo los hombres, las mujeres en cambio, llevan cintas de color.

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Fuente: www.lageoguia.org

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Fuente: www.exploringsouthamerica.com

Las autoridades máximas llevan sobre el cabello una aureola hecha de algodón natural, michilli (especie de corona de algodón que se coloca en el casco de la cabeza sobre el pelo endurecido). Mi madre solía hacerlas y siempre intentó traspasar este conocimiento ya que era necesario saber cómo hilar el algodón. Con esta yo podría representar a un gran militar o a un mayor de las Fuerzas Especiales. Un grado alto de sabiduría y respeto. Antiguamente esta jerarquía era más honrada, donde se ubicaban los ancianos a un lado y los jóvenes al otro. Hoy en día eso se ha perdido.

También llevo este collar con garras de tigre que me regaló mi maestro por mi buen comportamiento. Este animal como la boa son ancestrales. Cuando él murió solo quiso entregar su collar a mí. Al principio éste era muy bravo, incluso a veces atacaba en el sueño. Con el tiempo lo fui amansando y lo dejé como un gatito.

A mis 52 años percibo que llevo acumuladas bastantes experiencias, conocimiento. Me estoy preparando para contar una historia bien formulada. Buscar la manera para develar todos estos secretos, ya que antiguamente los mayores nunca han escrito sobre sus conocimientos, todo lo han transmitido oralmente. El que quería aprender debía tener buena memoria y saber escuchar atentamente.

Abraham Calazacón

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El finado maestro Abraham Calazacón tenía un consultorio grande, una sábana blanca al pie de la mesa donde curaba a oficiales, personas importantes. A mí me quería mucho. Él me decía: «Usted quédese a mi espalda», me daba un pilche o mate. Me daba tres de esos y yo me los tomaba rápidamente, eran muy fuertes. Yo en el sueño veía cómo él curaba. Él también me transmitía por medio del sueño para que yo aprendiera.

Situación actual de la comunidad tsáchila.

Yo no he visto recién nacidos, ahora las mujeres se cuidan mucho. Nosotros fuimos diez hermanos, cinco hombres y cinco mujeres, en ese tiempo no había control. Tenían hasta once o doce hijos, ahora no. Yo creo que por aquí seremos unos 600 tsáchilas solo en esta comuna de 1.050 hectáreas que está más cerca de Santo Domingo, hay otras comunas más grandes que deben tener unos 3.000 tsáchilas. Cada comunero tiene entre 300 a 600 hectáreas pero ellos no saben de tratamientos o medicinas naturales, solo se dedican a sembrar sus tierras, como la fruta del cacao y la malanga que llega a costar 28.000 dólares una hectárea.

Nosotros hemos tenido poco terreno al encontrarnos cerca de la carretera. Aunque eso no importa, ya que yo no vivo de la siembra sino de la sabiduría.

Hoy en día, la chica estudiante tsáchila se va al colegio y se junta con un novio y no regresa más. Generalmente los chicos se casan, forman familia y dejan los estudios. A mi me gustaría que un indio tsáchila regresara orgulloso a su hogar con una profesión. Tengo un sobrino en la universidad, creo que él nos va a superar (risas). Quiere ser economista. Yo lo ayudo bastante para que continúe.

Acá el gobierno no interfiere, es como si no existiéramos. Ellos tienen sus propios intereses. Nunca he visto a alguna persona del gobierno por estos lados. Sé que a otras comunidades los han ayudado un poco con piedras para caminos, ya que ellos han insistido por años. En todos lados están acabando con las culturas ancestrales.